El encuentro estaba firmado como histórico. No era para menos, el Senado había logrado no sólo la comparecencia de la secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez.
También consiguió tener la presencia de todo el Gabinete de Seguridad del gobierno de México. A las instalaciones de la Cámara Alta llegaron el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval; el titular de Marina, Almirante Rafael Ojeda; el secretario de Gobernación, Adán Augusto; el responsable directo de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, el director general del Centro Nacional de Inteligencia.
Los integrantes de la Junta de Coordinación Política y su presidente Ricardo Monreal Ávila, se apuntar un punto a su favor por semejante acuerdo con el gabinete obradorista, mirando de frente al Pleno del Senado y escuchando a la presidente de la Mesa Directiva, Olga Sánchez Cordero iniciar la comparecencia de su excompañera de Gabinete.
Y Rosa Icela avasalló con cifras que dan cuenta de logros, de disminución de delitos, de combate contundente al feminicidio, al secuestro y la extorsión, y de una búsqueda inagotable por retornar la paz a las comunidades, varias, que conforman el territorio nacional.
Pero la senadora que defeccionó de las filas de Morena para hacerse integrante de la bancada del PAN, Lily Téllez fue la encargada de provocar caras desencajadas por su postura ante la máxima tribuna senatorial.
Dibujó el país que para millones de mexicanos se vive a diario, un país sumido en la inseguridad, en la injusticia, en seguir soportando la corrupción en ministerios públicos, fiscalías y cuerpos policiales.
Para la senadora Téllez eso y “los abrazos no balazos”, son muestra fiel del concubinato entre las más altas esferas del poder político y el crimen organizado. Por eso se atrevió a obsequiarle un libro a la titular de la secretaría de Seguridad del Gobierno federal, El Padrino, la novela del género criminal que habla del mundo del hampa, escrita por Mario Puzo.