Nunca se conformó con las horas de entrenamiento, siempre era el último en abandonar la fosa de clavados y la piscina del Comité Olímpico Mexicano. Mientras los otros seleccionados disfrutaban del agua de las regaderas, él continuaba practicando su revés de boya con el balón amarillo que golpeaba una y otra vez una de las bardas en donde estaba dibujada una portería de Water Polo.
Así se forjó Javier Guerra Cangas, un gran boya en esa disciplina acuática. Él se ha marchado de esta vida, pero su recuerdo y su ejemplo de combatiente, han sido sembrados en decenas y decenas de waterpolistas mexicanos.
Esta leyenda del water polo mexicano, comenzó su trayectoria en la Unidad Morelos del Instituto Mexicano del Seguro Social, y luego de ello, se dedicó en cuerpo y alma a forjar nuevos jugadores de esta disciplina, en la Unidad Cuauhtémoc, también del Seguro Social.
Fue dirigido por el legendario entrenador húngaro Kalman Markovits; para él era su boya predilecta, lo mismo para ofender que para defender. Seguramente ya están juntos, planeando nuevas victorias.
