Estaba más que feliz y no era para menos, el día 17 de este mes patrio, su predilecta, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum prácticamente pasó un día de campo en el Congreso de la capital del país en donde rindió su Tercer Informe de Gobierno. La oposición toda rendida, con posicionamientos tibios, propios de quienes se saben contra la pared.
La tarde de ese mismo día, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador recibía noticias que le alegraban aún más este fin de semana. El canciller iba palomeando uno a uno a los ministros y jefes de Estado de América Latina y el Caribe que participarían en la Sexta Cumbre de la Celac, con la llegada tempestiva del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Y llegó el sábado. Obrador celebraba con júbilo la presencia de tanta personalidad del continente americano congregada en Palacio Nacional, “amigas, amigos todos” dijo a un total de 30 dignatarios y representantes diplomáticos, y de quienes echaría mano para proponerles “terminar con el letargo y plantear una nueva y vigorosa relación entre los pueblos de América” y les dijo que ha llegado el tiempo de “sustituir la política de bloqueos y de malos tratos por la opción de respetarnos, caminar juntos y asociarnos por el bien de América sin vulnerar nuestras soberanías”.
A ellos les conminó a seguir los pasos de la Unión Europea y crear algo similar en el continente americano con el fin de lograr salir del atraso y la pobreza extremas. Los aplausos tronaron y por ello al canciller mexicano le brillaron los ojos por tan caluroso encuentro dispuesto para su jefe, el presidente Obrador.
Pero más temprano que tarde, al aspirante presidencial le saldría el tiro por la culata, cuando, como anfitrión de tal encuentro, comenzó a cederle la palabra a los mandatarios.
Cuando tocó turno al presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, el semblante de Obrador y Ebrard se tornó duro y tenso. No era para menos. “Mi presencia en esta cumbre en ningún sentido ni circunstancia representa un reconocimiento al gobierno del señor Nicolás Maduro. No hay ningún cambio de postura de mi gobierno y creo que es de caballeros decirlo de frente”. El famoso tsss se hizo presente en Palacio Nacional, más de uno se removió en su silla. Fue una suerte del “tenga para que aprenda” del paraguayo al estilo obradorista.
Abdo Benítez siguió arrimando más leña al fuego al acusar que la gestión de Maduro se ha alejado del respeto a los valores democrático, de inmiscuirse en otros poderes, manipulando la justicia para perseguir a sus opositores.
El presidente de la República Oriental del Uruguay, Luis Lacalle, también rompió todo pacto de diplomacia y siguió amargándole el día a la dupla Obrador-Ebrard, al asegurar que “participar en este foro no significa ser complaciente, señor presidente, y por supuesto con el respeto debido, cuando uno ve que en determinados países no hay democracia plena, cuando no se respeta la separación de poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para acallar las protestas, cuando se encarcelan a opositores, cuando no se respetan los derechos humanos, nosotros en esta voz tranquila, pero firme debemos decir con preocupación que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, en Nicaragua y en Venezuela”.
Y cuando Nicolás Maduro, se hizo del micrófono, también le alcanzó a dar un rosón al presidente de México, al mencionar a uno de sus principales rivales políticos. “Fue el presidente Calderón, Felipe que se llama ¿no?, de México, quien nos convocó, siendo de la derecha, bien derecha, mexicana y latinoamericana, quien nos convocó a todos, 23 de febrero, 2010, en Cancún”.
Y terminó con el sueño de Obrador de emular los pasos de la Unión Europea cuando soltó ya sin medirse: “algunos sueñan con la Unión Europea. Muy bien, excelente, pero hay buenas experiencias en la Unión Africana, en la Asean, etcétera, etcétera, así que no parece importante dar esos pasos en el desarrollo de una nueva institucionalidad de nuestro país”.
Después con su mirada bolivariana ubicó en su lugar al presidente de Paraguay y desenvainó: “ponga usted la fecha, el lugar y la hora para un debate sobre democracia, en Paraguay, en Venezuela y en América Latina, y estamos listos para darlo, ponga usted el lugar.
“O lo digo un poco más, si me permite la pasión. Ponga usted, presidente Lacalle, la fecha, el lugar, para un debate; o ponga usted, presidente López Obrador, y Venezuela está lista para debatir de democracia, de libertades, de resistencia, de revolución y de lo que haya que debatir, de neoliberalismo, de cara a los pueblos, en transmisión en vivo y directo, en privado, como ustedes quieran, con respeto, con respeto, sin exclusiones”.
Para ese momento, la figura del canciller mexicano estaba descuadrada como pidiendo que lo salvara la campana, pero Maduro se fue sobre otros de los ahí presentes: “Tendríamos suficientes piedras que tirar contra algunos de ustedes”, dijo sin dejar de agitar el avispero: “Venezuela este año tiene una elección, una megaelección el 21 de noviembre. Los invito, vayan, para que vean la campaña electoral, para que vean las elecciones, para que vean al dictador Maduro cómo convoca a la elección número 29, es la elección número 29; hemos tenido 28 elecciones, nosotros hemos ganado 26 con votos, ahora vamos a la elección 29. Toda la oposición se ha inscrito, bueno, bienvenidos, que gane el que tiene que ganar”.
Y así se tomaron la foto, hasta que un chascarrillo de la clase política mexicana soltó en los pasillos de Palacio Nacional : “Ay el carnal Marcelo, si ya sabe cómo son y que no se llevan, para que los invita”.