Como nunca en la historia reciente de la política mexicana, dos entidades federativas han tomado especial relevancia y el interés total, y es que ahí, en el Estado de México y en el de Coahuila se juega mucho más que sus gubernaturas.
Es una medición de fuerza y capacidad de movilización de estructuras para posicionarse rumbo a la elección presidencial del 2024. Del resultado electoral se desprenderá una clara señal si el color guinda sigue su expansión a lo largo de territorio nacional, o la alianza opositora recibe una bocanada de aire que pueda hacer frente al partido del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Los días de campaña electoral han concluido. Ahora resta saber si candidatas y candidatos fueron capaces de convencer al electorado, primero, para salir a votar y después para que lo hagan ya para una y otra causa.
Poco más de 15 millones de mexicanas y mexicanos mayores de 18 años, definirán, con mucho, hacia dónde se perfilará el país en lo que resta de este 2023 y hasta julio del 2024.
La moneda está en el aire. Por mucho que se hayan difundido encuestas a favor de una o uno o en contra. Aunque no es lo mismo ganar o perder territorio coahuilense, que refrendar o cambiar de partido en el Estado de México, pues más de 12 millones de esos 15 millones de ciudadanos que ejercerán su voto, lo harán precisamente en esa entidad.
Una vez finiquitado este proceso electoral en ciernes, los partidos políticos incrementarán la exposición de quienes consideran que podrían abanderar como candidata o candidato a la Presidencia de la República.